
¿Somos dueños de nuestro destino? Que tal si esa “libertad” de la que tanto hablamos -y que además defendemos a ultranza- no es más que una efímera ilusión.
Kant, ya desde el siglo 18, advertía que no es posible encontrar un argumento que pruebe la existencia de lo llamamos “el libre albedrío”; pues, finalmente, en el uso teórico de la razón lo que se busca siempre es encontrar las causas. Hablamos, concretamente, del famoso “determinismo”.
Esta doctrina filosófica, en esencia, sostiene que todo acontecimiento, físico, mental y humano esta causal-mente determinado por una irrompible cadena de sucesos causa-consecuencia.
El estado actual “determina”, así, el futuro. Todo es causal y nada es casual. El azar no existe, al igual que nada se crea de la nada.
Tú eres quien debías ser y tu misión en la tierra no es más que una consecuencia de las leyes de la naturaleza y de aquellos acontecimientos de un pasado que, quizás, ni siquiera lo has vivido.
Pierre-Simon Laplace, astrónomo y físico francés, al respecto decía que debemos mirar el estado presente del universo como el efecto del pasado y la causa de su futuro.
Más adelante, célebres pensadores como Spinoza, Schopenhauer, Schiller y Steiner, a partir de sus reflexiones, han dado ese necesario sustento filosófico a esta creencia.
¿Tú te crees libre porque, a tu juicio, eres consciente de tus voluntades y deseos? Sin embargo, ignoras las causas que te llevaron a tener y sentir esos deseos. Esta circunstancia, de acuerdo a Spinoza, se convierte en una sucesión interminable de causas determinadas por otras causas, y así hasta el infinito.
Por otra parte, en su quehacer diario, el hombre también es esclavo de su herencia, del entorno, de las leyes, de las costumbres y tradiciones de la sociedad, de las presiones de su grupo social, de su trabajo, de su sueldo.
Queda muy poco margen de maniobra. Más bien, el ser humano enfrenta a diario serios dilemas para elegir el camino correcto entre tantas opiniones y presiones que retumban y crean conflicto con sus emociones y sentimientos.
Sin embargo, desde lo macro, todo esto no es más que movimientos a tres casillas dentro del ajedrez de la vida, manejado por fuerzas superiores que dominan y son dueñas del tablero.
El sendero está trazado. Podemos ir más rápido, más lento, hacer pausas, saltos, ¡ir en zigzag! Incluso, tomar un atajo; no obstante, llegaremos siempre al mismo lugar.
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