Esta frase, frecuentemente coreada en el estadio Alejandro Serrano Aguilar para apoyar al equipo colorado, es muy bien traída en estas épocas en que el letargo y la sumisión empiezan a ser rasgos predominantes en la personalidad de los otrora aguerridos ciudadanos de esta ciudad.
A pesar de ser -todavía- la tercera ciudad más importante del Ecuador, y una de las principales plazas contribuyentes al erario nacional, hemos sido testigos de como varios actores e instituciones se han burlado de Cuenca: condicionando fondos para obras, amenazando a dirigentes gremiales y autoridades o dilatando procesos e investigaciones.
El aeropuerto, el tranvía, la autopista Cuenca — Azogues, la Ordóñez Lazo, el puente de Sixto, la vía Girón-Pasaje, y un largo etcétera, son algunos de los “dolores de cabeza” que, aunque suene increíble, no han logrado todavía despertar un reclamo masivo y justificado de la ciudadanía.
Con impotencia vemos que las exigencias presentadas a través de las instancias oficiales no pasan de ser un saludo a la bandera, y nos contentamos con creer en el mismo discurso de voluntad y trabajo que presenta el ministro de turno en su visita semestral de cumplimiento del POA dese hace casi ya una década.
Ya en algún momento nos organizamos y pudimos reclamar masivamente por la seguridad en Cuenca, y hubo resultados. Está en nosotros en salir a las calles y exigir las obras que necesita y merece la ciudad.
¡Qué se paren los cuencanos!
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